No hay likes suficientes

«Mira, ¡la presentadora del beso! Qué guapa va con ese vestido. Me gusta.

La influencer italiana y su marido. ¡Guapísima! Me gusta. 

Oh, ¡qué dibujo tan ideal! ¡Para la habitación de mi hija! Me gusta. 

Los de la comida real que me comentaba mi hermana. Me gusta. 

Qué graciosos los de la revista satírica. Qué buenos son. Me gusta. 

Uy, hablan mal del Gobierno, qué impresentables. Y de la jueza del Supremo de Estados Unidos. Pero si fue una adelantada, una visionaria. Quiero saber más sobre ella. Ruth..., ¿qué más? ¿Por qué no había oído hablar antes de ella? Con semejante historia. Una de las pocas estudiantes femeninas de Harvard de su generación. Progresista, feminista... ¿No hay botón que exprese que me encanta? ¿O quizás otro que multiplique los likes por diez? Sin embargo si sé, y mucho, sobre la tipa esta del reality..., la que no me va a cambiar la vida en absoluto.  La ecuación no está en redes- no es relevante, debería desaparecer. O quizás deberían desaparecer las redes en general para conocer mejor la historia de la jueza feminista del Supremo de Estados Unidos. O quizás sí que deberían existir y nosotros tener interés por cosas más relevantes, y ya está.

¿Y esa cantante tan molona? La verdad es que no es de mi estilo, pero me gusta su último disco. ¿Qué hago? ¿Like o no like? Tengo la sensación de que valgo lo que valen mis likes. ¿Qué pensarán de mí los demás? ¿Que soy una hortera? ¿Que no tengo gusto? Uy, qué estrés. Creo que ya he dado suficientes likes. Suficiente por hoy.»


Comentarios

  1. Tras unos minutos dedicados a Instagram, en la tarde de ayer, mientras pasaba de una publicación a otra sin importar que tratara sobre moda, comida sana o literatura, me di cuenta de que nuestra motivación para mostrar el corazón rojo o el pulgar azul hacia arriba bien merecía un escrito reflexivo. No sé cuál es la fuerza que mueve a los demás, pero me di cuenta de que, en mi caso, a veces lo hago sin ninguna meditación, pero en otras ocasiones tan pronto doy al botoncito como me arrepiento de hacerlo. Me di cuenta de que, a qué decimos me gusta o no me gusta, dice mucho sobre nosotros.

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