A Pablo le gusta el rosa


Pablo es un niño de dos años simpático y algo trasto. A Pablo le gustan muchas cosas: los dinosaurios, las motos, saltar en los charcos, ¡y el color rosa! Cuando se toma la leche, Pablo escoge la pajita rosa. Cuando es la hora de la comida, la cena o el desayuno, Pablo elige el plato y el vaso rosas. Si ve a su mamá pintarse los labios, Pablo se señala la boca y dice:

-¡Pinta, a mi, osa!

Y si su hermanita Lucía se pone una diadema, Pablo no quiere ser menos ¡y se la pone también!

Ahora Pablo tiene siete años y le encanta jugar al fútbol. Esta mañana, en el parque, ha oído que un niño decía:

-El rosa es de niñas, y el azul, de niños.

Pablo no entiende eso de rosa para niñas y azul para niños. 

-Si mi mamá lleva vestidos azules, ¿es que no va vestida de mujer?  Y si a mí me gusta el rosa, ¿es que no soy del todo un niño? –se pregunta.

Sus papás, que lo han visto triste, le han explicado la situación.

- Los colores no son de niños ni de niñas, ni de mayores ni de pequeños. Los colores son colores, hay muchos y todo el mundo puede usarlos -dijo su mamá. 

 Al día siguiente, Pablo, que era muy valiente, decidió ponerse una camiseta de su hermana con detalles rosas. Al llegar al parque, un niño le señaló con el dedo y, burlándose,  dijo:

- ¡Parece una nenaza! Ja, ja, ja.

Pablo decidió seguir jugando y no hizo ningún caso a ese niño maleducado que quería reírse de él.

El otro niño, enfadado porque Pablo le ignoraba, siguió insistiendo para que este le contestara, pero Pablo no le prestaba atención. Después de un rato se volvió a escuchar:

-Miradlo, no sabe ni jugar al fútbol.

Pablo se puso tan furioso que, desde lo lejos, cogió el balón y se lo lanzó al niño con tal puntería, que le alcanzó la cara, y con mucha tranquilidad se acercó y le dijo:

-Soy Pablo, tú no me conoces. Soy un niño, como tú, y me gustan muchos colores; el azul, el verde y el rosa son mis preferidos. Llevar un color o llevar otro no me hace diferente ni parecido a una chica. Además, tengo una hermana a la que también le gustan esos colores y, como a mí, también jugar al fútbol, ¿acaso eso significa que mi hermana no es una chica? -Y sin más, se marchó.

Todavía en el parque, todo el mundo aplaudía a Pablo por sus palabras quien, sintiéndose muy orgulloso, recogió sus cosas y se fue a casa.

A la hora de la cena, contó a su familia lo ocurrido. Pablo, su hermana, su papá y su mamá hablaron con mucho entusiasmo y, cuando llegó el momento del postre, adivinad qué comieron todos. ¡Helado de fresa!

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