De otro mundo

A lo largo de nuestra vida hemos oído, y oiremos miles de veces, eso de: en otro mundo, mundos paralelos, el fin del mundo, de otro mundo... Todos estos sintagmas que contienen la palabra mundo son usados para determinar que algo o alguien son diferentes o raros. Por ejemplo, nos referimos a Messi como de otro mundo, queriendo significar que es casi extraterrestre, fuera de lo normal, casi una deidad, un dios sin duda, del balón. Y es que, paradójicamente, dioses hay muchos. Terrenales o no se elevan a esta categoría cocineros, artistas o científicos. ¿Acaso alguien duda de los poderes de los hermanos Roca? En relación a esto mi madre es otra diosa, tiene platos con los que se te despega el alma del cuerpo. Pero sin duda, la acepción que más me gusta es la que me dijo mi hija de cuatro años el otro día.  Mientras paseábamos ella dirigía su patinete con la destreza habitual, sorteando toda clase de obstáculos, incluidos los escatológicos. Por más que intenté prevenirle no pudimos evitar que las cuatro ruedas del patín se mancharan de marrón, y es que había heces de perro por todos lados.  Como, por suerte, había llovido le dije -no pasa nada. Ve por los charcos y se limpiarán las ruedas-. Y continué -no es culpa de los perros, es de los dueños, que no limpian-. Para mi sorpresa mi hija, a sus cuatro años, hizo una evaluación de la situación que me dejó sorprendida, y me dijo -es que, en el mundo real la gente limpia las cacas, pero esta gente, en su mundo, no las quita, y eso no está bien-. Aparte de la gracia y el orgullo que me produjeron sus palabras, estas me hicieron pensar. ¿Cuántos mundos hay? ¿No será esta la clave de tanta diferencia y conflicto? Después de mucho divagar he llegado a la conclusión de que en efecto, mi hija tiene razón, mientras todos estemos en nuestro mundo, y no en el real, nos molestaremos constantemente.

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